HACERCA DE LO VIEJO Y LO NUEVO
Hace algunas semanas escribía sobre como en nuestras tradiciones, se hace una distinción entre espíritu, alma y cuerpo. Siendo el cuerpo la morada física del alma por una cantidad de tiempo limitado. El alma el ancla no física, psicológica de la experiencia. Ésta lleva la experiencia. El alma se desarrolla a través del tiempo y lentamente llega a ser una piedra de belleza de muchas caras, cada cara reflejando un tipo diferente de experiencia y el conocimiento basado en ella. El espíritu no cambia ni crece con el tiempo. El espíritu es nuestra esencia superior que contiene los aspectos de la dualidad. El espíritu está fuera del espacio y del tiempo. El espíritu en nosotros es nuestra parte eterna, sin tiempo que es Uno con el Dios quien nos creó.
Mucho se ha dicho a través de todo el conocimiento de la humanidad sobre cada unos de los componentes que forman al hombre atreves de la ciencia, la filosofía y la religión. En mi ánimo de conocer el ser (mi ser) he entrado a estudiar cada una de sus partes; a conocer mi cuerpo le he dedicado una gran parte de mi vida, me ha sido muy fácil ya que hasta hace algún tiempo era mi prioridad, ya sea por vanidad, ignorancia, salud ó porque pensaba que la realidad estaba afuera, tal como no lo presenta la sociedad actual, desde el entorno familiar, el sistema educativo, el estado y las instituciones religiosas, todas en el fondo para ver quién se queda con el control, el poder, “El control de la materia”. De ahí la gran variedad de Egos fortalecidos y sumergidos en la más grande pobreza ya que se conforman como muy poco. Aunque el cuerpo humano es de gran belleza y mientras tengamos vida debemos quererlo, disfrutarlo y cuidarlo, es una parte, pues no es la totalidad.
Por la anterior en los últimos días me he dedicado a investigar sobre el alma y el espíritu para incorporar estos otros elementos que sumados a nuestra parte corporal forman la gran creación de Dios “El Ser”, es así como he pasado por grandes maestros y pensadores que se han referido al alma como:
Platón quien consideraba al alma como la dimensión más importante del ser humano ó Como Aristóteles quien definió la Psyche como "determinada realización y comprensión de aquello que posee la posibilidad de ser realizado" por mucho tiempo fue declarado enigma universal irresoluble. La visión dualista distorsiona la realidad y las consecuencias llegan a un desprecio de las realidades físicas, del cuerpo humano y de la sexualidad entre otras cosas. Se imagina el alma como algo independiente, parte de lo divino y de lo bueno, como una hoja blanca metida en un pobre sobre material del cual urge liberarse ó para el Santo Tomás de Aquino (toma un giro más realista. Basándose en Aristóteles más que en Platón) quien describe al ser humano como material por una parte y no material por otra. Usa el cuerpo para el primer ángulo y el alma para el segundo. El ser humano está inmerso en lo material y obedece a sus leyes básicas de espacio y tiempo.
En fin, lo que sé por experiencia propia es que cuando reconoces tu alma y tu parte espiritual surge una enorme batalla entre lo viejo y lo nuevo dentro de nosotros. Bien expresa San Agustín cuando dice: “Porque la nueva voluntad que había empezado a nacer en mí de servirte gratuitamente y gozar de ti, ¡oh Dios mío!, único gozo cierto, todavía no era capaz de vencer la primera, que con los años se había hecho fuerte. De este modo las dos voluntades mías, la vieja y la nueva, la carnal y la espiritual, luchaban entre sí y discordando destrozaban mi alma. Así vine a entender por propia, experiencia lo que había leído de cómo la carne apetece contra el espíritu, y el espíritu contra la carne, estando yo realmente en ambos (…..).
Para llevar lo viejo a su tumba, antes que nada tenemos que mirarlo a los ojos y hacer las paces con eso. De otro modo no descansará en paz. Entonces se tiene que enfrentar y aceptar la oscuridad que hay en nosotros y en el mundo antes de que podamos alzarnos sobre ello y ser libres. En realidad, no existe tal cosa como la oscuridad, pero mientras nos sintamos amarrados a pesadas emociones de aflicción, miedo e ira, celos, deseos etc. Parecería que estamos tratando con los demonios de la oscuridad. Sin embargo, lo que estamos tratando principalmente con la resistencia es la de mirar a estos demonios a los ojos, a enfrentarlos y aceptarlos como presencias viables. Ellos son una parte de nosotros, la parte que se hirió, frustró y extravió. ¡Ellos están llamándonos para que los reconozcamos y los comprendamos! ¡Nosotros somos sus guías, no sus enemigos! Mientras nos resistamos a ellos, ellos golpearán a nuestra puerta incluso más fuerte. Sólo cuando sean abrazados por nuestra amorosa compasión ellos podrán encontrar paz y ser puestos a descansar.
A medida que pasamos por este inmenso proceso purgatorio de enfrentar nuestros demonios internos y hacer espacio para lo nuevo, el cuerpo se ve afectado por los movimientos de nuestra conciencia. Puede reaccionar de extrañas maneras, ocasionándonos molestias y dolor, pero generalmente todo es pasajero. Es parte del proceso purgatorio. Emocionalmente, podemos pasar por altos y bajos y nos enfrentamos con profundos miedos y dudas a medida que todo lo familiar parece escabullírseles de nuestras manos en cierto momento.
Nosotros tenemos que soltar todo eso. No hay equilibrio entre lo viejo y lo nuevo. Esto es un verdadero nuevo comienzo. La única brújula que podemos seguir es nuestra propia alma, encontraremos poco o ningún apoyo y reconocimiento de nuestro entorno. Tendremos que confiar en nosotros mismos.
Los seres humanos hemos sido hipnotizados por los sistemas de creencia colectivos y la energía traumatizada que rodea la Tierra. El concepto humano colectivo de vida fomenta la idea de que la vida tiene que ver con el esfuerzo y el sufrimiento. “El hombre tiene que luchar para sobrevivir, no pueden confiar en sus compañeros, necesitan estar atentos todo el tiempo”. Todas estas creencias y estructuras emocionales ahora asoman a la superficie, especialmente para quienes queremos soltarlas. A medida que queramos confiar y rendirnos, nuestros hábitos de desconfianza y control elevan sus cabezas y protestan. A medida que nosotros queramos abrirnos y expresar nuestra inspiración más profunda, el miedo al rechazo parece bloquearlos y dejarnos mudos. Un montón de conflictos internos están teniendo lugar, causando confusión en nuestras mentes y en nuestros corazones. Los viejos patrones de pensamiento no mueren fácilmente cuando están incrustados en nuestra forma de ser. Éste es un proceso gradual y nosotros estamos avanzando. La clave para recordar es que nosotros no podemos superar lo viejo esforzándonos o luchando.
Soltando el esfuerzo, Nosotros hemos pasado por muchas experiencias en la vida en las que el esfuerzo es su segundo nombre. Muchas veces hemos tratado de encender la luz de la conciencia y muchos nos vimos inspirados por la conciencia Crística en cualquier forma que haya tomado. Nos vimos profundamente emocionados por nuestra inherente visión de un mundo mejor, basada en la igualdad, la tolerancia, el respeto, la paz y la armonía. Al mismo tiempo nos encontramos profundamente envueltos en la lucha: a menudo nos hemos sentido diferentes, teniendo que encontrar nuestro propio modo en la vida. Hemos tenido que luchar para comprendernos a sí mismos, y luego para expresarnos de un mundo que, nuevamente, parecía marchar al ritmo de un tambor diferente. Muchas veces nos hemos sentido “extraños” para decirlo de algún modo, y muchas veces hemos sido perseguidos y rechazados violentamente por nuestra forma diferente de mirar las cosas. Por lo tanto, la espiritualidad y el esfuerzo parecen ir de la mano para Nosotros.
Lo que digo ahora es que nos liberemos de este esfuerzo. Ésta es una época diferente. Éste es nuestro momento. No estamos aquí para luchar o para defendernos o para convencer a nadie. Estamos aquí para liberarnos y rendirnos al nacimiento de lo nuevo, a nuestro Ser superior quien ha estado esperando que esto suceda.
Para triunfar, sólo necesitamos renunciar a nuestra resistencia. La idea de que tenemos que progresar a través del esfuerzo nos ha limitado a creer que a través del dolor es que en realidad hemos estado haciendo un buen trabajo, creemos que cuando estamos sufriendo y tratando y trabajando duro por nuestro crecimiento espiritual. Sin embargo, especialmente cuando nosotros nos enfrentamos con energías pesadas y densas del pasado, la solución es encontrar un punto de quietud interior. No es “hacer algo” sino refugiarse en un punto de neutralidad, conciencia neutral, “sólo ser”. Desde ese punto, nosotros observamos y no trataremos de cambiar lo que somos. Sólo nos permitimos ser.
En este proceso de rendición, quiero dejar la siguiente reflexión sobre la naturaleza de nuestro Ser neutral, y es retomando las siguientes palabras del libro Confesiones de San Agustín: “Así, pues, ¡oh Rey de la creación!, ¿cuál es el modo con que tú enseñas a las almas las cosas que son futuras—puesto que tú las enseñaste a los profetas—, cuál es aquel modo con que enseñas las cosas futuras, tú para quien no hay nada futuro? ¿O más bien enseñas las cosas presentes acerca de las futuras? Porque lo que no es, tampoco puede ser ciertamente enseñado. Muy lejos está este modo de mi vista: excelso es; no podré alcanzarlo por mí, mas lo podré por ti, cuando lo tuvieres a bien, dulce luz de los ojos míos ocultos.
Pero lo que ahora es claro y manifiesto es que no existen los pretéritos ni los futuros, ni se puede decir con propiedad que son tres los tiempos: pretérito, presente y futuro; sino que tal vez sería más propio decir que los tiempos son tres: presente de las cosas pasadas, presente de las cosas presentes y presente de las futuras. Porque éstas son tres cosas que existen de algún modo en el alma, y fuera de ella yo no veo que existan: presente de cosas pasadas (la memoria), presente de cosas presentes (visión) y presente de cosas futuras (expectación)”.
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