DE LA OSCURIDAD A LA LUZ " DEL MIEDO AL AMOR"

En estos días en que en la ciudad se realizan y preparan grandes fiestas, sumada a la construcciones de nuevas obras aparecen grandes trancones de tránsito y un gran caos en la ciudad; Es en los anteriores momentos cuando normalmente dedico más tiempo para escuchar y cantar la música de mi agrado; hoy la música que más escucho es el Pop Latino y que encuentro en una emisora local llamada Radio Tiempo.

Los programadores de esta emisora buscando cada vez ser más creativos para fidelizar a sus clientes, lanzaron esta semana que termina la “Semana del Oyente”, donde adicional a obsequiar suvenir y premios de sus patrocinadores, confrontan dos canciones para que con las llamadas telefónicas a la emisora surja la canción preferida de los oyentes; canción ganadora que suena a continuación en Radio Tiempo. Surge de lo anterior, mi idea para esta semana de confrontar dos grandes teólogos de la Fe cristina para realizar el artículo que presento a continuación. Más que confrontación en una complementariedad de sus escritos (Partes que tomo literalmente), ya que enlazo partes de los pensamientos de cada uno en este querido Blog,  procedo entonces:

MAESTRO ECKHARDT: “Comentarios del Génesis”:

“- Retomando ahora lo que se ha dicho: En el principio Dios creó el cielo y la tierra, decimos: el ser, fin de la creación.

Primero: que Dios creó el cielo y la tierra en el principio, es decir, en el ser o por el ser y a causa del ser; ha creado las cosas para que fueran, Sb. I: "Él ha creado para que todas las cosas fueran". El ser es, en efecto, la primera de todas las ideas o perfecciones y su principio. Ya he desarrollado esto a propósito del primer capítulo del libro de la Sabiduría.

Dios crea en sí mismo: que Él creó en el principio, es decir, que creó de tal manera que las cosas no fueran entonces en el exterior de él. Es de modo diferente a todos los artesanos inferiores a Dios. En efecto, el maestro de obras construye la casa en su exterior. Agustín, en sus Confesiones, nos dice: "Él no ha hecho las cosas para después abandonarlas, por el contrario, todo lo que viene de él permanece en él". Es decir, ahora, que Él creó en el principio, es decir, que ha creado de una manera tal que creará siempre; Jn., 5: "Mi padre obra hasta ahora" .

Y en el Hijo: En el principio, es decir, en el Hijo, Jn., 8: "Yo soy el principio". Debe ser notado aquí que, al igual que nada deviene justo si no es por la justicia engendradora, que, en tanto que tal, es inengendrada, y por o en la justicia, engendrado, nada es creado sino por el ser inengendrado [que es el Padre], y en el ser engendrado, que es el Hijo.

El Intelecto: Él creó en el principio, es decir, en el Intelecto, en efecto, el logos, o Verbo, es el principio de todas las cosas. Crítica del emanatismo, En el principio él creó el cielo y la tierra, pues los más bajos de entre los seres son los primeros al igual que los más altos, y todos se refieren al ser y en el ser, según este pasaje: "Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si al infierno desciendo, allí te encuentras" Y esto contra la opinión de Avicena y otros que dicen que Dios creó en el principio la Inteligencia, y que por su mediación creó el resto. Todas las cosas, de hecho, reciben el ser sin mediación, sólo de Dios, y en igualdad. El ejemplo está en las potencias del alma y en los órganos del cuerpo, pues todos reciben el ser del alma inmediatamente y en igualdad, y no hay pues ninguna gradación en el ser, en la vida o en el alma.

La función del mal: El cielo y la tierra, es decir, los bienes y los males, "creando la desgracia y aportando la paz”. En efecto, la percepción del universo requiere que el mal sea, y el propio mal está comprendido en el bien y referido al bien del universo, que se vuelve primero y por sí mismo a la creación.

Los hijos de Dios: en sentido moral. En el principio, es decir, en el Hijo, creó el cielo y la tierra, pues es al hombre justo y perfecto, que es el Hijo de Dios -según Jn. I: "les ha dado el poder de hacerse hijos de Dios" que Dios prodiga los bienes del cielo y de la tierra, según Mt. 24: "le pondrá al frente de todos sus bienes", y Mt. 28: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra"

Amor y temor: aún en sentido moral, Dios creó el cielo y, después, al mismo tiempo que el tiempo, la tierra, porque todo lo que el hombre deificado hace lo hace por amor del bien celestial. Tal es en efecto el orden natural. Jamás se disipan las tinieblas si no es gracias a la luz, ni el frío si no es gracias al calor. –“

SAN AGUSTIN: “Libro Confesiones”:

-“Aun los mismos deleites de la vida humana, ¿no los sacan los hombres de ciertas molestias, no impensadas y contra voluntad, sino buscadas y queridas? Ni en la comida ni en la bebida hay placer si no precede la molestia del hambre y de la sed. Y los mismos bebedores de vino, ¿no suelen comer antes alguna cosa salada que les cause cierto ardor molesto, el cual, al ser apagado con la bebida, produce deleite? …… Y esto mismo acontece con el deleite torpe y execrable, esto con el lícito y permitido, esto con la sincerísima honestidad de la amistad, y esto lo que sucedió con aquel que era muerto y revivió, se había perdido y fue hallado, siendo siempre la mayor alegría precedida de mayor pena.

¿Qué es esto, Señor, Dios mío? ¿En qué consiste que, siendo tú gozo eterno de ti mismo y gozando siempre de ti algunas criaturas que se hallan junto a ti, se halle esta parte inferior del mundo sujeta a alternativas de adelantos y retrocesos, de uniones y separaciones? ¿Es acaso éste su modo de ser y lo único que le concediste cuando desde lo más alto de los cielos hasta lo más profundo de la tierra, desde el principio de los tiempos hasta el fin de los siglos, desde el ángel hasta el gusanillo y desde el primer movimiento hasta el postrero, ordenaste todos los géneros de bienes y todas tus obras justas, ¡cada una en su propio lugar y tiempo?

¡Ay de mí! ¡Cuán elevado eres en las alturas y cuán profundo en los abismos! A ninguna parte te alejas y, sin embargo, apenas si logramos volvernos a ti.

¿No es cierto que muchos se vuelven a ti de un abismo de ceguedad más profundo aún que el de Victorino, y se acercan a ti y son iluminados, recibiendo aquella luz, con la cual, quienes la reciben, juntamente reciben la potestad de hacerse hijos tuyos?

Lejos de mí pensar que sean en tu casa más aceptas las personas de los ricos que las de los pobres y las de los nobles más que las de los plebeyos, cuando más bien elegiste las cosas débiles para confundir las fuertes, y las innobles y despreciadas de este mundo y las que no tienen ser como si lo tuvieran, para destruir las que son. (….)

Poseía mi querer el enemigo, y de él había hecho una cadena con la que me tenía aprisionado. Porque de la voluntad perversa nace el apetito, y del apetito, obedecido procede la costumbre, y de la costumbre no contradecida proviene la necesidad; y con estos a modo de anillos enlazados entre sí - por lo que antes llamé cadena - me tenía aherrojado en dura esclavitud.

Porque la nueva voluntad que había empezado a nacer en mí de servirte gratuitamente y gozar de ti, ¡oh Dios mío!, único gozo cierto, todavía no era capaz de vencer la primera, que con los años se había hecho fuerte. De este modo las dos voluntades mías, la vieja y la nueva, la carnal y la espiritual, luchaban entre sí y discordando destrozaban mi alma. Así vine a entender por propia, experiencia lo que había leído de cómo la carne apetece contra el espíritu, y el espíritu contra la carne, estando yo realmente en ambos (…..).

Con todo, de mí mismo provenía la costumbre que prevalecía contra mí, porque queriendo había llegado a donde no quería. Y ¿quién hubiera podido replicar con derecho, siendo justa la pena que se sigue al que peca?

Ya no existía tampoco aquella excusa con que solía persuadirme de que si aún no te servía, despreciando el mundo, era porque no tenía una percepción clara de la verdad; porque ya la tenía y cierto; con todo, pegado todavía a la tierra, rehusaba entrar en tu milicia y temía tanto el verme libre de todos aquellos impedimentos cuanto se debe temer estar impedido de ellos.

Ya no tenía yo que responderte cuando me decías: Levántate tu que duermes, y sal de entre los muertos, y te iluminará Cristo; y mostrándome por todas partes ser verdad lo que decías, no tenía ya absolutamente nada que responder, convicto por la verdad, sino unas palabras lentas y soñolientas: Ahora... En seguida... Un poquito más. Pero este ahora no tenía término y este poquito más se iba prolongando. –“

Retomo finalmente,
Prolongación cuando no nos decidimos y seguimos aferrados al temor "Al miedo",  no somos capaces de volcarnos al "Amor", a nuestra naturaleza original, finalmente, quiero retomar la siguiente reflexión sobre nuestra existencia humana que según el budismo no es la única especie de visión kármica que existe. En el budismo se identifican seis reinos de existencia que simultáneamente corresponden a una emoción negativa, siendo estos: los dioses (Orgullo), los semidioses (Celos), los humanos (Deseo), los animales (Ignorancia), los espíritus hambrientos (Codicia) y los habitantes de los infiernos (ira). Emociones de las que renunciar a uno u otra, en un menor o mayor grado para cada uno de nosotros nos resulta muy difícil por nuestra costumbre (Nuestro Complejo).

Tomemos conciencia de que la libertad de las anteriores emociones es posible, y que esta se libertad se alcanza después de muchos años de la más disciplinada práctica de la meditación y oración, porque exige una prolongada familiarización encontrar el silencio exterior en nuestro interior; es decir conociendo la naturaleza de la mente, y su estabilización. Sólo lo anterior nos proporcionará esa serena y dichosa libertad de nuestras tendencias habituales y nuestras emociones conflictivas que todos anhelamos. Aunque las enseñanzas nos digan que esa libertad es difícil de alcanzar, el hecho de que exista realmente esa posibilidad es una enorme fuente de esperanza e inspiración.

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