LA NATURALEZA MAS ORIGINAL Y PURA DE NUESTRA MENTE
Hace pocos días termine la lectura de un interesante libro “Vida y la Muerte para los Tibetanos” de Sogyal Rimpoché. Dentro de unos de sus capítulos leí una de las tantas expresiones interesantes que llamarón mi atención, y fue esta: “las Cien Deidades pacíficas y airadas”. Atención que me llevo a investigar más sobre lo expresado en el libro. El poder de mi mente supongo por el interés que mostré en este tema, interpreto y me mostro en imágenes y escenas oníricas (sueños) como estaban representadas estas deidades para mi; representación que en lo particular tomaron las formas de acuerdo a mis deseos y miedos más profundos, que grato fue recordar como mi mente pudo recrear una realidad con tal nivel de detalles, que al despertar del sueño aún me sorprende. Es por lo anterior que hoy quiero referirme en este artículo al poder de la mente, para tratar de comprender un poco la naturaleza de los pensamientos y emociones que surgen de esta.
Empezare entonces por preguntarme ¿existe realmente una manera de comprender totalmente el pensamiento y la emoción, la mente y su naturaleza con todo lo que elle encierra en la vida y en la muerte?. Los seres iluminados, ven la vida y la muerte como si las tuvieran en la palma de la mano, porque saben que, como escribió Tsele Natsok Rangdrol: «Samsara es tu mente, y nirvana es también tu mente; todo placer y dolor, y todos los engaños, no existen en otra parte que en tu mente». Y ese claro conocimiento, estabilizado mediante una larga práctica e integrado con cada movimiento, cada pensamiento y cada emoción de su realidad relativa, los ha hecho libres.
Libertad que alcanzan después de muchos años de la más disciplinada práctica de la meditación y oración, porque exige una prolongada familiarización encontrar el silencio exterior en su interior; es decir conociendo la naturaleza de la mente, y su estabilización. Sólo lo anterior nos proporcionará esa serena y dichosa libertad de nuestras tendencias habituales y nuestras emociones conflictivas que todos anhelamos. Aunque las enseñanzas nos digan que esa libertad es difícil de alcanzar, el hecho de que exista realmente esa posibilidad es una enorme fuente de esperanza e inspiración.
Si pudiéramos reconocer el surgimiento de una emoción por lo que en realidad es, la energía espontánea de la naturaleza de nuestra propia mente lograría el poder de liberarnos de sus efectos negativos y sus posibles peligros, y la dejaríamos disolver de nuevo las emociones y los pensamientos que nos surgen en la pureza primordial de la vasta extensión de donde se originaron.
Contrario sucede a la mayoría de los seres humanos cuando no somos capaces de entender y apreciar la presencia de ese estado de conciencia original y pura de nuestra mente, y no conseguimos reconocer la realidad de lo que surge en ella; entonces ese surgimiento en nuestra mente se vuelve distinto de nosotros. A partir de ahí, pasa a formar lo que llamamos “pensamiento o una emoción”, y esa es la creación de la dualidad. Así entonces surge lo bueno y lo malo; la belleza y la fealdad; la luz y la oscuridad; lo femenino y lo masculino, el amor y el miedo, etc.
Para evitar las consecuencias de la dualidad, es importante no aferrarnos a las emociones y pensamientos que nos surgen y no hacer conceptos de ellos, no aceptarlos ni rechazarlos: este es el camino al corazón, a la unidad. Lo anterior explica que, sin esa esencia de reconocimiento de la verdadera naturaleza de lo que surge en el interior de la mente, los sonidos, luces y rayos que se manifiestan no se pueden asumir como la realidad objetiva.
Cuando somos capaces de reconocer en todas estas apariciones de “emociones y pensamientos” sin apegos, ni aversión, surge la energía de sabiduría de la propia mente y empieza entonces en nosotros un nuevo amanecer: Darse cuenta de esto es una experiencia de no dualidad, y entrar en ella es liberación.
La siguiente frase de Dudjom Rimpoché nos dice: «La naturaleza de la mente es la naturaleza de todo». En su explicación los budistas nos aclararían el detalle de la frase anterior hablandonos de tres estados de la mente (bardos), que cuando se integran se logra la luminosidad (Unidad). La Trinidad que se forma cuando se integra la dualidad con el estado de conciencia base (original y puro) de la mente. Me pregunto si ese proceso triple que se revela para los budistas no sólo es cierto, en todos los planos de conciencia, tanto en la vida como en la muerte, sino quizá también en la verdadera naturaleza del propio universo.
Son curiosos los paralelismos que se encuentran con la visión más esencial de otras tradiciones espirituales y con muchos otros campos de actividad humana en apariencias muy distintas. Pienso entonces en nuestra visión cristiana de la naturaleza y actividad de Dios representadas por la Trinidad; en Cristo, cuya encarnación se manifiesta como forma que surge del seno del Padre por la mediación sutil del Espíritu Santo.
De Dios entonces concluyo surge el gran plan divino que nos invita a ser libres, conociendo la naturaleza antigua y pura de nuestra mente, y reconocer como audazmente expreso San Agustín de Hipona: “En tal comunión de vida, el individuo se trasciende a sí mismo y verdaderamente realiza de manera integral su naturaleza humana como ha sido querida y pensada por el Padre desde toda la eternidad: -Nos hemos transformado en Cristo. En efecto, si Él es la cabeza y nosotros los miembros, el hombre total es Él y nosotros".
Comentarios
Publicar un comentario