LA DIVINIDAD QUE MORA EN NOSOTROS


Si me preguntan qué tipo de cine es el que más me gusta, tendría que responder que el cine animado. Y es que de estas historias llenas de color, imágenes digitales, y de efectos en 3D,  donde encuentro todo tipo de sensaciones que tocan positivamente mis sentidos. Quiero referirme particularmente en este artículo a una película de Walt Disney llamada la Familia del Futuro. La trama, nos muestra como en el presente transcurre, la vida del personaje principal, y donde puede interactuar desde este, con las diferentes etapas de la vida del ser humano “de su vida”, ser un bebe, ser niño, ser un adolecente y ser un adulto. 

Quiero resaltar de la película la escena de su parte final, y es donde el protagonista “Louis” se encuentra presentando un invento como estudiante en una feria de ciencias, en donde tiene la posibilidad conocer a quien más tarde  será su esposa “Franny”. Ella siendo una niña quien participa de igual forma en la feria de ciencias explica que su proyecto consiste en enseñar música a unas ranas, y donde afirma que estas cantan mejor que las personas, pero ella misma expresa que nadie le cree, de hecho dice que la gente dice que está muy loquita;  y cuestiona a Louis, diciéndole: ¡pienso que tu también lo crees!, él le dice, “no para nada, pienso que tienes toda la razón”, y de ahí  surge ya de niños su relación.

Lo anterior lo presento como introducción a algo que quiero plantear en este artículo que puede parecer difícil de creer para algunos, tal vez para la mayoría de personas; es más pensar que  las reflexiones que surgen continuación y aceptarlas como cierto es que cosa de loquitos;  pero es para mí es importante transmitirlas en este querido Blog.

En los últimos años, los astrónomos han recorrido los cielos buscando nuevos planetas; hasta hace muy poco, no se había logrado ver directamente ningún de ellos. Pero se podían detectar, gracias a la variación que se daba en la órbita de una estrella. Quizá pase lo mismo con los que siguen la Regla de San Benito, el cual nos dice: “La órbita visible de sus vidas revela la presencia de la estrella escondida que no podemos ver directamente”, «Verdaderamente tú eres un Dios escondido, el Dios de Israel» (Isaías. 45,15). San Agustín, en una ocasión nos advierte: Al comer la carne de Cristo y beber su sangre, nos transformamos en su sustancia.

Jesús, en su gran discurso pronunciado en Cafarnaúm, en el, nos explica cuidadosamente, en forma muy explícita, con una claridad admirable la eucaristía y con un cambio notable, ya no dice el que cree, sino que El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna. Luego Jesús nos dice; Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. 

Jesús fue. Fue un hombre que vivió hace dos mil años y realizó la presencia divina, su verdadera naturaleza. Y por lo tanto dijo: "Antes de que Abraham fuera, yo soy". No dijo: "Yo ya existía antes de que Abraham hubiera nacido". Eso hubiera significado que estaba todavía en la dimensión de la identidad con el tiempo y la forma. Las palabras yo soy usadas en una frase que empieza en pasado indican un cambio radical, una discontinuidad en la dimensión temporal.

Jesús intentó comunicar directamente, no a través del pensamiento discursivo, el significado de la presencia, de la autorrealización. Había ido más allá de la dimensión de la conciencia gobernada por el tiempo, al reino de lo intemporal. La dimensión de la eternidad había venido a este mundo.
Eternidad, por supuesto, no significa tiempo sin fin, sino negación del tiempo. Así pues, el hombre Jesús se convirtió en Cristo, un vehículo para la conciencia pura. ¿Y cuál es la definición de sí mismo que hace Dios en la Biblia? ¿Dijo Dios "Yo siempre he sido y siempre seré"? Por supuesto que no. Eso habría dado realidad al presente y al pasado. Dios dijo: "YO SOY EL QUE SOY". No hay tiempo aquí, sólo presencia.

Y es que de la eternidad, donde no hay tiempo, solo presencia donde hoy consolido los pensamientos de grandes maestros como los descritos anteriormente, que sumados con las palabras de Jesús me permiten concluir, que Cristo, es el vehículo para la conciencia pura, lo que nos revela “Cristo” es la presencia divina que hay en cada uno de nosotros.

No se quede apegado a ninguna palabra. Usted puede sustituir Cristo por presencia, si eso es más significativo para usted. Cristo es la esencia divina que hay en usted o el Ser, como se le llama a veces en Oriente. La única diferencia entre Cristo y presencia es que Cristo se refiere a la divinidad que mora en usted, independientemente de que sea consciente de ello o no, mientras que presencia significa su divinidad o esencia de Dios ya despierta.

En el AHORA, en el presente es cuando podemos a avivar nuestra presencia, la esencia de Dios en nosotros. El Tiempo presente “Yo Soy”, sumado a caminar con consciencia   es  reconocer a Cristo en cada uno de nosotros, y despertar a Él. ¿Pero como caminar con consciencia?, solo la sabiduría, nos puede mostrar el camino “Los pensamientos de los mortales son tímidos e inseguras nuestras ideas,  pues un cuerpo corruptible agobia el alma y esta tienda de tierra abruma el espíritu lleno de preocupaciones” (Libro de la Sabiduría 8, 14-15).   

Quisiera añadir. Es fácil muy fácil  decir que los religiosos viven para que venga el despertar a la divinidad en cada uno de nosotros, pero, de hecho, este despertar no es algo que alguien nos pueda regalar, es el camino que solo cada uno podemos recorrer. Las diferentes religiones  nos trazan el camino real hacia la libertad pero muchas veces no transitamos por él. De acuerdo con Santo Tomás, podemos decir que la formación, especialmente la formación moral, siempre es una formación para la libertad. Pero la entrada en la libertad es lenta y costosa, no está exenta de errores, de equivocaciones y de pecado (Errar en el Blanco). Dios nos libera de la esclavitud  y nos conduce a la libertad del desierto; pero nosotros nos asustamos y nos esclavizamos a nosotros mismos, adorando al becerro de oro o intentando volver a nuestro EGO, a nuestros miedos, concediéndole todo el poder a nuestras sombras al vivir del  pasado y del futuro (miedos y apegos).

El verdadero drama de la vida cotidiana no consiste en saber si se va a ascender en el escalafón de las  funciones materiales, sino en el aprendizaje de la libertad, con lo que conlleva de frecuentes caídas en el infantilismo y la esclavitud. ¿Cómo daremos sentido a nuestro lento ascenso hacia la libertad de Dios y nuestras frecuentes bajadas hacia la esclavitud? Una vez más, quizá podamos encontrar la clave, así como muchos seres que lo han logrado, el camino de la iluminación (aún muy pocos, para gran numero de seres humanos que somos).

Alguna de las herramientas que tenemos y que  invito a todos a investigar es sobre la “Meditación y la Oración”, medios que nos ayudan  para acallar nuestra mente y entrar en el silencio “El Ahora” donde podemos vislumbrar a Dios. Dejo finalmente la siguiente reflexión que a modo de comentario  dejo un visitante de este Blog en el articulo “Que nada turbe tu paz interior” del pasado mes de Febrero, y que dice: Jiddu Krishnamurti y la Meditación: "La meditación es una de las artes más grandes en la vida quizá la más grande y no podemos aprenderla de nadie. Esa es su belleza. No tiene técnica y, por ende, no tiene autoridad. Cuando uno aprende acerca de sí mismo, cuando se observa cómo camina, cómo come, qué dice, la charlatanería, el odio, los celos; si está atento a todo eso en sí mismo, sin preferencia alguna, ello forma parte de la meditación. Por lo tanto, la meditación puede tener lugar cuando estamos sentados en un autobús o paseamos por los bosques llenos de luces y sombras, o cuando escuchamos el canto de los pájaros, una flor o contemplamos el rostro de nuestra mujer o nuestro hijo". Y recientemente ha escrito: "Todo esfuerzo que se hace para meditar, niega la meditación".

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