UN SER AUTENTICAMENTE LIBRE




"Locura: hacer lo mismo una y otra vez, y esperar resultados diferentes.” De Albert Einstein. Esta bellísima frase se aplica perfectamente a la invitación que quiero hacer en este  articulo, y es  para que trabajemos por nuestro auto-conocimiento, trabajar por alcanzar nuestro centro, nuestra unidad, en invertir esfuerzos por hacer algo diferente; pero antes de avanzar en la invitación propuesta preguntémonos ¿Qué podemos esperar si continuamos viviendo desde afuera, desde las cosas externas que nos plantea nuestra sociedad?

En los últimos cuarenta años muchos seres humanos han explorado más su mente en busca de un factor que les pueda permitir acercarse a una genuina libertad, no referida al simple hecho de caminar por la calle que uno quiera sino mas bien a la libertad de pensar y actuar con criterio propio sin influencias externas, escapando en alguna medida del esquema mental de la sociedad.

Ese factor que se busca es: LA INDIVIDUALIDAD, una cualidad que no tiene que ver con actitudes subterráneas, no tiene que ver con esas conductas alienantes de los hippies u otros personajes de la década del setenta que encontraban en ello un buen pretexto para drogarse y no bañarse, o hacerse los interesantes poniendo tatuajes, aretes, etc. Nada de eso tiene que ver con una auténtica individualidad tomada como atributo.

La individualidad es un concepto supremo en el cual el ser humano se ha dado cuenta que la única forma de llegar a explotar al máximo sus capacidades es desarrollar su autentico "yo", sólo así podrá encontrar la razón de su existencia. La expresión “conocerse a sí mismo” no es sólo una bella expresión para adornar un relato o una conversación o para dársela de muy espiritual. El conocerse a sí mismo es algo fundamental para tener una auténtica libertad, y es propio de los seres individuales.

Juan Pablo II en su encíclica Fe y Razón nos dice que bien  se considera que una persona ha alcanzado la edad adulta cuando puede discernir, con los propios medios, entre lo que es verdadero y lo que es falso, formándose un juicio propio sobre la realidad objetiva de las cosas. Y es del discernimiento que surge del trabajo individual y al interior que podemos alcanzar la unidad, el centro, la iluminación. ¿Pero que se logra cuándo se  alcanza este estado deseado?

Con el proceso de individuación podemos  llegar al final del gran camino. Alcanzar la unidad representa la libertad total, en tanto la sabiduría y la iluminación definitiva para el que llega a este estado, cada cosa están en su sitio; es lo que es, ya no forcejea tensamente con la existencia.

Alcanzar la unidad, o la última etapa de lo que Jung llamo el proceso de individuación en cierto sentido, es la victoria definitiva del individuo sobre la sociedad. La sociedad es, en el fondo, enemiga de la individualidad; ella necesita que las personas se amolden obedientemente a sus ideas y concepciones. Pero el que llega unidad se ha dado cuenta de que la única forma de ser feliz en la vida, es creando a cada momento y a cada paso. De nada sirve acuñar, como propias y buenas, ideas que no nos pertenecen. Él se ríe de todo, y, lo más importante, se ríe también de sí mismo.

Las cosas dejan de verse dramatizadas. Ya no andamos por ahí maximizando cada una de las cosas que vemos; cada cosa tiene su propio tamaño, y Él es capaz de ver a cada una como es. Sus ideas no son una forzada distorsión de la realidad; tiene las ideas justas.

En él, residen, de hecho armónicamente cada uno de los arquetipos de los que nos hablo Jung. En él aparece la creatividad; capaz de cohesionar las esencias opuestas de la existencia. El ánima, o animus ya no tienen nada que preguntar, y entonces se limitan a acompañar cada uno de los pasos de esta alma liberada, la oposición de los sexos ya no es un problema. Lo femenino y lo masculino se han fusionado impecablemente; el alma del iluminado está enamorada de todas las cosas, todas las cosas están enamoradas del alma del iluminado.

El iluminado puede ir y venir a su gusto; ya no tiene miedo, sabe que si se cae se puede volver a levantarse. La justicia es plena; él iluminado está mucho más allá del bien y el mal, en él las cosas se reconocen a sí mismas. En la soledad está perfectamente acompañado; es uno y es todo, como no está haciendo nada en particular, entonces, tampoco hay nada que esté dejando de hacer.

Los recursos materiales yo no son un problema; giran y giran, pero en ellos ya no hay grandes misterios. Frente a las adversidades sonríe  el alma del iluminado; él sabe que ya estuvo allí, y también sabe que, en cierto sentido, siempre sabrá estarlo. La muerte pasa; todo es muerte y todo es vida, ya no hay miedo al cambio. La templanza ama este estado como a ningún otro; él es la encarnación de sus bellísimas enseñanzas. En él, es donde el arquetipo del yo con su rendición al Sí-mismo ha encadenado a El diablo, no al revés.

Para quien ha alcanzado la unidad, la sabiduría ya nunca estará encarcelada; la rigidez es una ilusión: la vida no necesita explicaciones. Las estrellas brillan en el cielo; no son ni más ni menos importantes que el oscuro fondo sobre en las se les ve brillar. El intelecto ya no es enemigo de la intuición, se acabó el melodrama entre el científico y el místico. Él ha renunciado al mundo; ya no está sujeto a ninguna cosa.

Él iluminado nunca se cansará de decirlo, nos lo dirá con palabras y con hechos, el camino es el auto-conocimiento. La verdadera sabiduría está allí donde brilla, plena y libre, la luz de nuestra conciencia. Somos los creadores de nuestra vida; los amos y señores de la existencia. “¿Por qué tienen tanto miedo”?, nos pregunta, amorosa y respetuosamente, El iluminado”. “Tienen miedo porque sus ideas son más grandes que las cosas a las que esas ideas se refieren; son como el Quijote: ven gigantes donde solo se mueven molinos”. He ahí la respuesta justa.

Un hombre o mujer auténticamente individual rompe esquemas, estereotipos, porque es audaz, aporta ideas innovadoras y frescas, concibe en su mente objetivos que al hombre común le pueden parecer sueños imposibles. Un ser humano así, es un ser auténticamente libre.

Finalmente aclaro que cuando uso la palabra iluminado me refiero al ser que a alcanzado su centro interior, la unidad; aquel del que  Cristo y Buda nos enseñaron: que se puede alcanzar un estado de iluminación, de realización espiritual, aquí y ahora. Que es posible liberarnos del sufrimiento, de la ansiedad y la neurosis de la vida diaria. Ser un ser autenticamente libre.

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