CUANTOS “YO” RECONOZCO
La teoría de Jung divide la psique en
tres partes. La primera es el Yo, el cual se identifica con la mente
consciente. Relacionado cercanamente se encuentra el inconsciente personal,
que incluye cualquier cosa que no esté presente en la consciencia, pero que no
está exenta de estarlo. El inconsciente personal sería como lo que las personas
entienden por inconsciente en tanto incluye ambas memorias, las que podemos
atraer rápidamente a nuestra consciencia y aquellos recuerdos que han sido
reprimidos por cualquier razón. La diferencia estriba en que no contiene a los
instintos, como Freud incluía.
Después de describir el inconsciente
personal, Jung añade una parte al psiquismo que hará que su teoría destaque de
las demás: el inconsciente colectivo. Podríamos llamarle sencillamente
nuestra “herencia psíquica”. Es el reservorio de nuestra experiencia como
especie; un tipo de conocimiento con el que todos nacemos y compartimos. Aún
así, nunca somos plenamente conscientes de ello. A partir de él, se establece
una influencia sobre todas nuestras experiencias y comportamientos,
especialmente los emocionales; pero solo le conocemos indirectamente, viendo
estas influencias.
Existen ciertas experiencias que
demuestran los efectos del inconsciente colectivo más claramente que otras. La
experiencia de amor a primera vista, el deja vu (el sentimiento de haber estado
anteriormente en la misma situación) y el reconocimiento inmediato de ciertos
símbolos y significados de algunos mitos, se pueden considerar como una
conjunción súbita de la realidad externa e interna del inconsciente colectivo.
Otros ejemplos que ilustran con más amplitud la influencia del inconsciente
colectivo son las experiencias creativas compartidas por los artistas y músicos
del mundo en todos los tiempos, o las experiencias espirituales de la mística
de todas las religiones, o los paralelos de los sueños, fantasías, mitologías,
cuentos de hadas y la literatura.
Freud dijo que la meta de la terapia
era hacer consciente lo inconsciente. Verdaderamente, hizo de este postulado el
núcleo de su trabajo como teórico. Y además, definió al inconsciente como algo
muy displacentero. Para ilustrar esto, consideremos lo siguiente: es un caldero
de deseos establecidos; un pozo sin fondo de anhelos incestuosos y perversos;
un lecho de experiencias aterradoras que aún pueden surgir a la consciencia.
Francamente, ¡esto no suena como algo que quiera que acceda a mi consciencia!.
Carl Jung, colega de Freud, se dedicó
a la exploración del “espacio interno” a través de todo su trabajo. Se lanzó a
la tarea equipado con los antecedentes de la teoría freudiana, por supuesto, y
con un conocimiento aparentemente inagotable sobre mitología, religión y
filosofía. Pero era especialmente ducho en el simbolismo de tradiciones
místicas complejas tales como gnosticismo, alquimia, cábala y tradiciones
similares en el hinduismo y el budismo. Si hay una persona que tenga un sentido
del inconsciente y sus hábitos como capaz de expresarse solo de forma
simbólica, éste es Carl Jung.
Además, tuvo la capacidad de un soñar
muy lúcido e ilusiones ocasionales. En otoño del 1913 tuvo la visión de una
“inundación monstruosa” que hundía casi toda Europa cuyas aguas llegaban hasta
las faldas de las montañas de su nativa Suiza. Vio miles de personas ahogándose
y la ciudad temblando. Luego, las aguas se tornaban en sangre. En las
siguientes semanas a la visión, surgieron sueños de inviernos eternos y ríos de
sangre. Estaba asustado de que se estuviese volviendo psicótico.
Pero el uno de agosto de ese año,
empezó la Primera Guerra Mundial. Jung creyó que de alguna manera existía una
conexión entre él como individuo y la humanidad en general que no podía
explicarse. Desde este momento hasta 1928, se fue metiendo en un proceso
doloroso de auto-exploración que formaría la base de su futura teoría.
Cuidadosamente empezó a anotar sus
sueños, fantasías y visiones, y los dibujó, pintó y esculpió. Halló que sus
experiencias tendían a tomar formas humanas, empezando por un anciano sabio y
su acompañante, una niña pequeña. El anciano sabio evolucionó, a través de
varios sueños, hasta una especie de gurú espiritual. La niña pequeña se
convirtió en “anima”, el alma femenina, que servía como medio de comunicación (médium)
entre el hombre y los aspectos más profundos de su inconsciente.
Un duende marrón apareció como
celador de la entrada al inconsciente. Era “la sombra”, una compañía primitiva
del Yo de Jung. Jung soñó que tanto él como el duende, habían asesinado a la
preciosa niña rubia, a la que llamó Siegfred. Para éste, esta escena
representaba una precaución con respecto a los peligros del trabajo dirigido
solo a obtener la gloria y el heroísmo que prontamente causaría un gran dolor
sobre toda Europa (¡así como también un aviso acerca de los peligros de algunas
de sus propias tendencias respecto de la empresa heroica de Sigmund Freud!).
Jung soñó también mucho con
cuestiones relacionadas con la muerte; con el territorio de los muertos y el
renacimiento de los mismos. Para él, esto representaba el inconsciente mismo;
no aquel “pequeño” inconsciente del que Freud hizo tan grande, sino un nuevo
inconsciente colectivo de la humanidad. Un inconsciente que podía contener
todas las muertes, no solo nuestros fantasmas personales. Jung empezó a
considerar que los enfermos mentales estaban poseídos por estos fantasmas, en
una época donde se supone que nadie creía en ellos. Con el solo hecho de
“recapturar” nuestras mitologías, entenderíamos estos fantasmas, nos
sentiríamos cómodos con la muerte y así superar nuestras patologías mentales.
Un ejemplo interesante que actualmente se
discute es la experiencia cercana a la muerte. Parece ser que muchas personas
de diferentes partes del mundo y con diferentes antecedentes culturales viven
situaciones muy similares cuando han sido “rescatados” de la muerte clínica.
Hablan de que sienten que abandonan su cuerpo, viendo sus cuerpos y los eventos
que le rodean claramente; de que sienten como una “fuerza” les atrae hacia un
túnel largo que desemboca en una luz brillante; de ver a familiares fallecidos
o figuras religiosas esperándoles y una cierta frustración por tener que
abandonar esta feliz escena y volver a sus cuerpos. Quizás todos estamos
“programados” para vivir la experiencia de la muerte de esta manera.
Los críticos han sugerido que Jung estaba
simplemente enfermo cuando todo esto ocurrió. Pero Jung creía que si queremos
entender la jungla, no nos podemos contentar con solo desplazarnos por sus
alrededores. Debemos entrar en ella, no importa cuán extraña o aterradora pueda
verse.
Partes tomadas textualmente de: “Teorías de
la Personalidad” de Carl Jung (1875-1961). Dr. C. George Boeree, Traducción al
castellano: Dr. Rafael Gautier.
Luis Fernando,muy interesantes la teorías de Carl Jung.
ResponderEliminarLa mente la desarrollamos un tanto por ciento muy pequeño,
y aún es un gran universo sin descubrir...En la mente
tenemos grabadas muchas cosas y en la mente está la llave
que nos lleva a otros mundos del espíritu,a otros universos
paralelos,que quizá nos darían la respuesta de la vida
y la muerte...Al hombre aún le queda por conocer el universo
infinito y el misterio de su propia mente...
Mi felicitación y mi abrazo inmenso por tus buenos posts.
FELIZ FIN DE SEMANA,amigo
M.Jesús
Gracias Maria Jesus por tu participación en el blog, asi como por tu aporte con tan sabias y oportunas palabras.
ResponderEliminarUn abrazo muy especial,
Luis F.